La doctora Mariana Hernández habla de cómo pasó de atender casos sencillos a verdaderos ataques de pánico en 2021
«Me gradué en la Universidad Central de Venezuela en Psicología Clínica. Tengo 26 años. Antes del COVID-19, yo llevaba muy pocos casos patológicos. Frente a mí se sentaban parejas llenas de pequeños conflictos y personas con problemas más livianos que los que se presentaron en los últimos dos años.
La pandemia fue un factor completamente novedoso, nadie estaba preparado para algo así: nos llegó de sorpresa en marzo de 2020. No teníamos parámetros de acción ni de conducta.
Tengo un buen background en redes sociales. Soy activa en Twitter. Manejo un Instagram donde subo contenido psicoeducativo. Mi tipo de público es muy joven, yo atraigo gente bastante joven, según mis estadísticas. Se me acercan muchos adolescentes y me escriben contándome casos que yo de verdad no sé explicar lo trágicos que son.
Se me han acercado bastantes adolescentes o adultos jóvenes para comentarme que han tenido pensamientos suicidas y no saben cómo abordarlos.
El resto de mis consultas abordan patologías como ansiedad, pánico nocturno y agorafobia; es decir, una fobia importante a abandonar el hogar y estar en contacto con otras personas.
El 12 de septiembre de este año, me desperté en mitad de la madrugada porque mi teléfono estaba sonando insistentemente. Me asusté: una llamada a esa hora, un domingo, no puede significar nada bueno.
No lo era. Uno de mis pacientes con ansiedad, que llevaba algunos meses conmigo, habló al otro lado de la línea. Me rogó ayuda y dijo que de verdad no podía respirar. Era la primera vez que le daba un ataque de pánico y realmente eso es preocupante cuando sólo puedes resolver desde el celular.
Yo tengo un protocolo de primeros auxilios psicológicos, para atender casos como este. Efectivamente lo logré calmar. Creo que esta es una enseñanza para aquellos que dicen que la atención psicológica no es primaria: claro que lo es, una emergencia en esa área puede ser tan grave como en la salud física.
Historias como la anterior, siguen ocurriendo. No con demasiada frecuencia, pero pasan. Eso nos demuestra el cambio significativo que puede causar un psicólogo con su trabajo. Es hora de que en este país lo entiendan.»