Seis historias de psicólogos

Enfermar de estrés y reflexionar

El psicólogo clínico Nicolás García explica cómo lidió con el estrés generado por el encierro de la cuarentena, en una localidad del Litoral central del estado Vargas.

 

“Tengo 26 años, soy psicólogo, vivo en Catia La Mar y atiendo a mis pacientes aquí en La Guaira o en Caracas.

 

Cuando se decretó cuarentena por el COVID-19, mi rutina dio un giro de 180 grados. Pasé de estar activo seis días de la semana en consulta, a no tener absolutamente nada.

 

La Guaira es un lugar interesante, con el sol siempre en lo alto y el mar que te zumba en el oído. Pero los servicios públicos son un problema. Al principio de la pandemia yo tenía problemas con el Internet y por eso no pasó siquiera por mi mente hacer terapias online.

 

Para inicios de noviembre de 2021, por lo menos 10.000 personas no tenían conexión de Cantv en La Guaira. Algunos denunciaron llevar más de tres años sin poder entrar a la red por fallas del servicio, según datos ofrecidos por la Asociación de Padres y Representantes de Vargas.

 

Recluido entre cuatro paredes, comencé a sentirme estresado a nivel económico porque no tenía con qué cubrir todos los gastos de alimentación en general. El estrés me enfermó y empecé a reflexionar sobre quién era yo y qué iba a hacer. Estaba somatizando tanto estrés, que decidí iniciar varias actividades para afrontarlo.

 

En casa teníamos días de karaoke, me ponía a hacer recetas en la cocina y, de pronto, intenté conocer más a mi propia familia. Antes del covid, yo salía todos los días a las seis de la mañana y regresaba a las siete de la noche. Encerrado con personas de mi entorno familiar, me sorprendí de las cientos de cosas que descubrí de ellos, que no sabía antes.

 

Cuando estuve más calmado, subí a Caracas con miedo y nerviosismo. Asistí a hospitales y centros de atención con protocolos de bioseguridad. Así volví a trabajar después de seis meses. Actualmente lo hago todo el día. También se arregló parcialmente el tema del Internet y mis vecinos me ofrecieron apoyarme con wifi, lo que me permitió ofrecer terapia online. Hoy atiendo a cuatro o cinco pacientes por día de forma remota, y, en promedio, seis en presencialidad.

 

Hubo un aumento de pacientes que venían con ideación suicida: un 30% en comparación a los que atendí antes de la pandemia. El suicido es la última fase de la depresión, y para mí la depresión es una enfermedad silente, de la que muchos padecen pero muy pocos hablan. Y mira que estas personas intentan hacer creer ante otros que están bien o realizan ciertas acciones peligrosas como llamadas de alerta, pero nadie les presta atención.

 

Mis pacientes tienen entre 18 y 35 años. Usualmente, los que llegan con ideaciones suicidas no pasan de los 26.

 

Hay que buscar apoyo de un especialista, ya sea psicología o  psiquiatría, porque nosotros estamos capacitados para cambiar ese tema de la planeación.

 

Las personas que quieren acabar con su vida realmente no quieren morir, quieren terminar con el sufrimiento y creen que muriendo van a acabar con el dolor, pero lo que hacen es que se quitan la oportunidad de vivir una vida que podría ser feliz con la ayuda adecuada.

 

No resentí tanto la pandemia en el 2021. Tengo buenas expectativas para el futuro, a nivel profesional y personal”.